Eficacia Docente en la Educación Odontológica

Dr. Eduardo Stein Gemora

Universidad Nacional Autónoma de México.
Facultad de Estudios Superiores Iztacala

“Evaluación de la docencia, ese espejo que refleja nuestra imagen a partir de la mirada del otro; habilidades, actitudes, formas de ser y de comunicar, imagen que por momentos nos conduce a la autocomplacencia, imagen que en ocasiones molesta e incomoda, pero al fin y al cabo, imagen necesaria. Evaluación de la docencia, la puerta que nos posibilita un reencuentro con el análisis y la reflexión de la práctica docente.”

Dr. Javier Loredo Enríquez, 2002.

Los procesos de transformación en el mundo del conocimiento están creando las condiciones para un cambio estructural de las naciones, por lo tanto, es de esperarse una nueva configuración de la educación universitaria la cual busca formar los profesionistas que la sociedad demanda. Para el logro de tal configuración se requiere, entre otras condiciones, un nuevo tipo de docente, así pues en el campo de la enseñanza, particularmente de la Educación Odontológica, se necesita elaborar estrategias acordes al momento actual y futuro.

En sentido amplio se considera educador a toda persona que ejerce influencia sobre los demás, en consecuencia, todo hombre puede ser educador y de hecho así es como se concibe este fenómeno. Pero de manera más restringida entendemos por educador aquella persona que ejerce su responsabilidad en la educación de uno o varios individuos de forma consciente y continuada. Al ejercer influencia sobre un individuo o comunidad, el educador pone en práctica su desempeño educativo en función de su propia personalidad.

La formación docente y su desarrollo han ido cambiando, evolucionando, adaptándose de acuerdo a los argumentos teóricos de cada momento, necesidades de las instituciones, posibilidades de las escuelas o la intencionalidad de cada programa específico. Podemos atestiguar que nos encontramos en un campo educativo complejo y dinámico que ha ido ganando cada vez más terreno hasta convertirse en un importante objeto de estudio y que debe ser motivado a su vez por el desarrollo de más y mejores investigaciones acerca de la vida académica de las entidades educativas odontológicas que existen en nuestro país.

Podemos atestiguar que las contradicciones inherentes a la práctica docente en función de lo material y social conforman a ciencia cierta la realidad a la que se enfrenta un profesor de Odontología, más aún, las distinciones entre universidades públicas y privadas y de sus niveles de actuación determinan con diferencias abrumadoras las obligaciones, responsabilidades y maneras de asumir el ejercicio de la docencia en el entorno de su misión educadora.

La investigación producida en nuestra profesión alrededor de la eficacia docente es muy poca, motivo por el cual no es posible describir de manera por demás clara, quién puede ser considerado un docente eficaz, sin embargo, partimos del supuesto categórico que un buen profesor de Odontología ante todo es una buena persona, no dominada por complejos narcisistas o por la necesidad neurótica de obtener poder y autoridad. Por otro lado, que el profesor eficaz es una persona flexible, constructo que implícita o explícitamente siempre aparece en torno a la investigación universal de eficacia docente en educación superior.

El profesor de Odontología tiene que obligarse a no actuar individualmente utilizando exclusivamente una forma o directriz instruccional para satisfacer las múltiples necesidades y expectativas de los estudiantes, en esencia, el profesor eficaz es aquel docente “total” o sea el que es capaz de satisfacer las necesidades de los estudiantes siendo él mismo, siendo firme cuando se debe serlo y flexible cuando la situación así lo demanda, su actuación depende de muchas condiciones que debe saber reconocer e identificar.

Para circunscribir la eficacia docente en el entorno educativo odontológico, debemos estar profundamente relacionando el mismo con los procesos de toma de decisión y planificación, más allá, la representación de los conocimientos tiene que ser tan sofisticada que permita saber qué y en qué medida debe ser modificado para alcanzar los objetivos fijados.

En este orden de ideas, sin importar en cuál contexto se desenvuelve el discurso educativo odontológico, queda bien claro que los procesos de evaluación docente obedecen a lineamientos de política educativa y cuyos mecanismos distan mucho de ser homogéneos, no obstante, el reto que ahora se plantea es trascender más allá de un estímulo económico y buscar la excelencia, definida como el máximo grado que alcanza la calidad.

En nuestro escenario odontológico, el actuar docente se circunscribe a un ámbito escolar que le está dado pero también ganado, que su práctica transcurre dentro de la institución con la cual se identifica y a partir de un concepto que teóricamente él colaboró en su diseño y evaluación, entonces debemos asumir que su práctica es institucionalizada lo que significa que él es parte de ella, así pues, el docente no debe conceptuar su desempeño de manera personal ni tampoco recrearlo en su propio espacio de autonomía.

Indudablemente, la evaluación docente con parámetros participativos puede contribuir a la comprensión de su práctica, pero estos parámetros sólo serán capaces de alternarse operativamente si los docentes coadyuvan también en el desarrollo de los procesos y elementos de funcionamiento de lo educativo. La evaluación vista de esta manera actúa como un elemento primordial para mejorar el rendimiento y lograr parámetros de calidad tanto en su ejecución como en la enseñanza.

La eficacia del profesor depende, entre otros factores contextuales y curriculares, del influjo que el alumno sea susceptible de procesar y en todo caso de la forma peculiar como cada alumno procesa el influjo, en otras palabras, “la actuación del profesor en el aula es función de su esfuerzo, de sus competencias y de las características que definen la situación del aula”.

Imposible es definir como constante el comportamiento docente, ya que no existe un comportamiento o estilo homogéneo u óptimo, más aún, para cada alumno, aula y para cada situación se requerirán modelos diferentes de desempeño docente: en otros términos significa que es necesario conocer qué tipo de comportamiento del alumno ha de activar el docente para producir el aprendizaje deseado experimentando actuaciones del profesor vinculadas a la situación que favorezcan o provoquen el comportamiento.

La proposición que considero y acepta una regla general del pensamiento lógico que declara la Eficacia Docente en la Enseñanza Odontológica, se aproxima a la interacción holista que los siguientes factores juegan en la ejecución de los procesos de enseñanza y aprendizaje:

  • Estrategias didácticas: componente que concierne a aspectos sumamente importantes alrededor de la eficacia docente en educación superior pues retoma el conocimiento de la temática (nivel y calidad), la expresión clara y precisa, integración teórico-práctica, capacidad de conducción a respuestas adecuadas, promoción para la reflexión y la crítica, guía en la recopilación de información y la planeación de los niveles de dificultad.
  • Evaluación: ingrediente muy importante entendido como una variable que sustenta, entre otros, los criterios propios del docente en la evaluación del aprendizaje: congruencia académica, retroalimentación y honestidad académica.
  • Habilidades docentes generales: elemento que concede énfasis especial en la claridad de las finalidades de la enseñanza, flexibilidad en el razonamiento y capacidad para conducir la práctica, síntesis e integración de conocimientos, estímulo a la flexibilidad del pensamiento y el fomento a la crítica de los alumnos.
  • Identificación institucional y ética: factor que empata tres aspectos muy importantes en todo quehacer docente: el fomento a los valores y misión institucional, reflexión profesional y humana y ética profesional.
  • Motivación del grupo: primicia que contempla por un lado la organización del grupo vista a través del conocimiento de los métodos de trabajo racionales proponiendo un orden lógico de ejecución de actividades, y por otro el manejo de la interacción y participación distinguida a través de la promoción del dinamismo intelectual, facilitando la comunicación e integración de esfuerzos, disciplina, supervisión y control de actividades académicas y niveles de independencia de acción.
  • Personalidad y competencia profesional: capacidades que hacen referencia a la relación de la cátedra con el ejercicio profesional, ambiente de trabajo, responsabilidad.
  • Comunicación y clima de clase: directrizreferente al respeto recíproco, cultura general y humanística y aceptación a la crítica profesional, personal y social.
  • Planeación docente: paradigma que aborda la habilidad para planificar el curso y la clase, habilidad en el diseño y utilización de apoyos didácticos y de síntesis e integración de conocimientos.

Así, la Eficacia Docente en la Enseñanza Odontológica especifica sólo tipo de resultado definido como la “actuación del profesor en el aula en función de su esfuerzo, de sus competencias y de las características que definen la situación imperante en la misma, en un espacio y tiempo dado, medida en función del resultado académico obtenido por los alumnos representado por sus promedios”.

Invariablemente su medición asume los efectos generales tanto directos, indirectos y espurios que emanan como ya se mencionó, de la forma y sinergia en que las anteriores se desempeñan.

En conclusión, la faena educadora de los profesores que nos dedicamos a la enseñanza odontológica implica tener incuestionables cualidades para llevarla a cabo exitosamente, sin embargo, enumerar las cualidades que debe poseer el profesor es tanto como hacer una lista de conceptos interminable.

Bajo una visión más realista, es posible establecer dos condiciones fundamentales: capacidad de conocimiento y adaptación personal a los estudiantes considerados individual y colectivamente, lo que supone del profesor, poseer una personalidad equilibrada y madura donde converja el carácter con la capacidad y conocimientos didácticos para adaptar los contenidos instructivos, teóricos, clínicos y prácticos a sus necesidades y características. Lo anterior supone responder a los estudiantes con una educación odontológica Sine qua non; pedagógica, científica y humanística.

Referencias

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